¿A quién no le ha pasado alguna vez que alguien dice algo y le entendemos lo contrario? ¿O cuando entra, por ejemplo, el jefe en la oficina y no nos saluda, enseguida pensamos que está enfadado con nosotros? Son situaciones que se producen en el día a día, que generan malentendidos y pueden provocar muchos conflictos familiares, laborales o sentimentales.
Es algo que tiene una solución con una herramienta del coaching: la distinción ‘Hecho versus interpretación’. Se trata de ser conscientes de que todo lo que sucede en nuestra vida son hechos. El resto, lo que pensamos, son interpretaciones que generamos nosotros. Unas veces son acertadas y otras no. Pero no nos damos cuenta de la diferencia entre hecho e interpretación.
¿Qué es un hecho? Lo que alguien dice o no dice, y lo que alguien hace o no hace. Sólo eso. Todo lo que pensamos a raíz de ese hecho son interpretaciones que elaboramos en nuestra mente a raíz de nuestra experiencia anterior, creencias, miedos…
El problema llega cuando hecho e interpretación no coinciden: es entonces cuando llega el conflicto.
¿Y cómo solucionamos el conflicto? Parándonos, observando qué estamos pensando y dándonos cuenta de que ese pensamiento es fruto de nuestra interpretación y puede ser acertado o no. A continuación podemos hacer dos cosas. La primera es ir a la fuente, o sea a la persona que ha hecho o dicho ese algo y preguntarle qué quiso decir o hacer. La segunda opción es buscar interpretaciones alternativas a esa primera que hemos pensado que no nos generen conflicto.
Por ejemplo, si has quedado con alguien y no aparece, antes de pensar que es impuntual o que te ha dejado tirado, pregúntate: ¿le ha pasado algo?, ¿habrá salido tarde del trabajo y se ha quedado sin batería? Hay miles de situaciones en tu vida cotidiana: mandas un email laboral y la otra persona tarda dos días en contestarte. Puedes interpretar que es un maleducado, que no tiene interés, o también que no ha tenido tiempo, que se le ha borrado sin querer o que tiene otros correos más urgentes.
Lo más importante es que seamos conscientes de que nosotros somos los que generamos esas interpretaciones, y que por el mero hecho de pensarlas, no tienen por qué ser ciertas.
Antes de interpretar, fíjate en cuáles son los hechos y que estás interpretando a tu libre albedrío, porque habrá veces que lo que piensas no tenga nada que ver con la realidad.
Te ahorrarás muchos problemas tontos y preocupaciones absurdas. Muchas veces la vida es más sencilla de lo que pensamos.